Una mirada honesta y cercana a los cambios físicos, emocionales y de rutina que enfrentamos después del parto. Sin filtros, con amor y empatía.
El postparto no es solo pañales y fotos tiernas. Es también lágrimas sin explicación, camisones manchados, noches en vela y una revolución hormonal que nadie te preparó para vivir. En medio de la emoción de tener a tu bebé en brazos, aparece una realidad poco hablada: la vulnerabilidad total.
La presión de “recuperarte” rápido o ser una mamá perfecta se cuela en cada scroll en redes sociales. Pero la verdad es que la maternidad real es desordenada, y eso está bien. Llorar, sentirte agotada o incluso desconectada no te hace menos madre, te hace humana.
Hablar de postparto sin edulcorantes es necesario. Necesitamos más espacios donde las mamás puedan decir “no puedo más” sin culpa. Donde se validen las emociones y se abrace el caos con compasión.
Porque lo estás haciendo bien. Aunque sientas que no. Aunque estés despeinada, aunque llores en la ducha. Esta etapa también pasa, y tú no estás sola.



